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Burkina Faso, la prensa por la convivencia

Antoni Castel , voluntari i amic d’Aigua per al Sahel , ha publicat aquest article al “blogs.elpais.com”

Antoni Castel és investigador , africanista i doctor en Ciencies de la Comunicació . Actualment es professor al Departament de Mitjans , Comunicació i Cultura a la Universitat Autònoma de Barcelona  El seu article s’enmarca en el  “IX Encuentro de Biblioteconomía y Documentación: Sociedad digital y redes “ , que va tenir lloc a la seu de  Casa África els dies  22 i 23 de novembre. Article original a blog.el pais

Acostumbrados a buscar a los países africanos en los últimos lugares de las listas de los indicadores sociales, sorprende encontrar en una de ellas, la Clasificación Mundial 2017 de Reporteros sin Fronteras (RSF), a cinco países de África mejor situados que los Estados Unidos. En la lista, encabezada por Noruega; Namibia, Ghana y Cabo Verde están por delante de España, que está en el lugar 29. Por detrás, Sudáfrica y Burkina Faso, que no sólo superan a Estados Unidos, sino también a Italia. Cierra la lista del respeto a la libertad de prensa, según los criterios de Reporteros sin Fronteras, Corea del Norte, que le disputa el lugar a Eritrea.
La lista, aunque pueda ser discutida su metodología, refleja el avance en el pluralismo en los medios de comunicación de África desde finales de los 80 del siglo pasado. Inevitables tras el fin de la guerra fría, las reformas suponen, en gran parte de los países, la renuncia del partido único en el poder a la hegemonía política y al control de los medios de comunicación. Es cierto que algunos dirigentes se perpetúan en el poder mediante el fraude y la violencia, pero otros aceptan la alternancia, como Kenneth Kaunda, Arístides Pereira o Kamuzu Banda, y la prensa gana, en muchos casos, un espacio de libertad.
Uno de los presidentes que consigue aferrarse al poder tras las democratizaciones es Blaise Compaoré. Compañero de viaje de Thomas Sankara, en una revolución que despierta simpatías entre los burkinabés y recelos en las capitales africanas y en París, Compaoré se alza con la presidencia a la muerte de Sankara en un golpe de Estado, el 15 de octubre de 1987.
En los casi 30 años que se mantiene en la presidencia, desde su golpe hasta el 31 de octubre de 2014, cuando se refugia en Costa de Marfil, Compaoré debe convivir con el espectro de Sankara, cuya figura se agranda día a día en África Occidental. Su derrota frente a los manifestantes que paralizan durante semanas el país es, en parte, la victoria póstuma de Sankara.
Durante las protestas, y los meses posteriores a la huida de Compaoré, la prensa burkinabé evita la exaltación de la violencia. “No podíamos contribuir a la repetición de lo sucedido en Ruanda, con los medios del odio”, comenta Arnaud Ouédraogo, redactor jefe del diario Observateur Paalga, el más leído en el país. “Debíamos evitar el discurso incendiario”, proclama en su despacho del diario, en Uagadugu. La constatación de que en Burkina Faso la prensa, impresa y digital, apeló a la calma y contribuyó a la reconciliación en un momento de tensión social no es una afirmación gratuita sino la conclusión de un análisis de los textos publicados y de entrevistas a los responsables de una docena de publicaciones y de tres radios, hechas en la capital burkinabé en mayo del 2016.
La única excepción al discurso prudente se encuentra en el diario L’Opinion. “Fue un golpe de Estado contra un régimen democrático”, asegura Issaka Ligani, su director. L’Opinion fue fundado por la familia de Compaoré, que recelaba de la línea independiente de Sidwaya, de propiedad estatal. “Dimos el mismo espacio a los dos campos”, subraya Alassane Karama, redactor jefe de Sidwaya. Otro medio, Le Soir, apoyaba la insurrección contra Compaoré, pero no el “vandalismo ni la violencia”. Su responsable, Ousmane Tienarereogo, es tajante: “No utilizamos un lenguaje despectivo con los actores sociales y políticos”.
A la “fijación tribal”, la obstinación de la prensa occidental en enfatizar la pertenencia identitaria de los actores políticos africanos, los medios burkinabés responden con una información que no indica la etnia. En un país diverso, como la mayoría de África, en la que conviven numerosas etnias y el islam, el cristianismo y las creencias tradicionales, el dar valor a la religión que se profesa o al grupo étnico del cual se forma parte, puede ser contraproducente. Como comenta Rabo Soumaïla, redactor jefe de Radio Savane FM: “Rechazamos presentar los problemas políticos o sociales como étnicos”. Y Soumaïla destaca el caso de los periódicos enfrentamientos por la tierra, entre agricultores y pastores, en los que nunca se señala que los agricultores son mossis y los pastores, peuls.
La moderación y, en cierta medida, las buenas prácticas de la prensa burkinabé son reconocidas por el prestigioso Centro Nacional de Prensa Norbert Zongo, y el director de la publicación L’Evénement, Germain Germain Bitiou Nama. El Centro toma el nombre de Norbert Zongo, un reportero de L’Evénement, asesinado en diciembre de 1998 cuando investigaba la implicación del hermano del presidente Compaoré, François, en un asesinato. La muerte de Zongo desató la ira popular en contra de los excesos del presidente Compaoré y de su familia. Zongo es reconocido en toda África occidental como el símbolo del periodismo incorruptible, de denuncia. Al igual que en el caso de Sankara, con quien comparte el ser un mito nacional, no ha sido aclarado quién ordenó su muerte.

 

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